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Brennan, una victoria pasada por agua y para sonrojo de Alpecin en la Volta Catalunya

El corredor del Visma supera a Del Grosso en los metros finales y no le da tiempo a recomponerse a Groves, que aguardaba a su sombra para no privar del triunfo a su compañero de equipo

Brennan celebra el triunfo sobre los dos Alpecin en la primera etapa de la Volta.
Jordi Quixano

Fue un día de perros, de lluvia y más lluvia, un día para olvidar por más que los ciclistas lo recordarán por mucho tiempo por incómodo y engorroso, por correr con el culotte mojado por el rodar de la rueda trasera y su constante salpicada de agua, por atender a la carretera con miedo a no resbalar, por acumular kilómetros con los huesos calados, tiritera y angustia, el ciclismo que al día siguiente todavía te deja barro en los párpados. Pero fue también la jornada de éxito para Matthew Brennan (Visma), 19 añitos, que apretó los dientes y creyó en lo imposible, que se aprovechó de una pifia morrocotuda del Alpecin para levantar los puños y vestirse de líder en la Volta. Sofoco para Del Grosso (Alpecin), que se quedó sin gasolina en los metros finales cuando ya cantaba el alirón; y rubor para Groves porque no se atrevió a arrancar antes para no privar del éxito a su compañero de equipo.

Las olas mecían de buena mañana a los cientos de barcos que dormitaban en el puerto de Sant Feliu de Guíxols mientas las gaviotas graznaban y gravitaban en busca de sus presas. Pero por un día no se daba el remanso de paz habitual, pues los nubarrones se apropiaban del cielo y un millar de personas se agolpaban junto a los autocares de los equipos que participan en la Volta, muchos ávidos de un selfi o un autógrafo, solicitados como ninguno Roglic y Ayuso, los dos pretendientes más firmes al laurel final. Empezaba lo bueno. O más bien lo malo porque los directores de los equipos levantaban la mirada con preocupación, al tiempo que consultan sin parar la meteorología; amenazaba lluvia. Y ésta no tardó en llegar.

Al comenzar la etapa, cayó un chaparrón grotesco, de esos que dejó a los ciclistas calados, que pronto solicitaron a los coches y por el pinganillo la coloquialmente denominada bolsa de agua, donde cada uno tiene algo de ropa de invierno, también impermeable, incluso zapatillas de repuesto. No es sencillo correr con la indumentaria mojada y el día, con bastantes repechos pero ninguno de los que quita el hipo, pintaba a tranquilo para el cambio de vestuario, por más que Van der Tuuk (Euskaltel) y Jan Castellón (Caja Rural) saliesen escopeteados en busca de la gesta homérica, de una fuga de pe a pa. A ellos se les unieron un par de kilómetros más tarde Faura (Burgos) y Alustiza (Euskaltel) para alcanzar hasta cuatro minutos de ventaja. Sabían (o intuían con fuerza) que la escapada no llegaría a buen puerto, pero Van der Tuuk partirá el martes con el maillot de la montaña, éxito para el equipo y para el corredor fichado este año del Kern Pharma, holandés que lleva el deporte en la sangre, pues su madre, Kaska, compitió en el Campeonato Europeo de 1994 como patinadora de velocidad sobre hielo.

El cambio de maillots no sirvió de nada porque las nubes volvieron a ennegrecerse y apoderarse del cielo, chuzos de agua tremendos que incluso encharcaron la carretera y la hicieron de lo más peligrosa. Una lluvia, en cualquier caso, que llevaba la contraria a la razón de ser de la Costa Brava, donde la alta sociedad catalana se mezcla con millares de extranjeros para disfrutar del sol, palacetes de arrea, gastronomía de Estrellas Michelín —incluso este domingo había locales que no aceptaban comensales sin reserva—, playas magnéticas, la buena vida. Esa que los ciclistas maldecían sobre la bici, aguacero, frío, hastío. Sobre todo para aquellos que intentaron la fuga, absorbidos cuando todavía restaban 60 kilómetros para la meta, ocupados los equipos —Alpecin e Ineos más que otros— en facilitar a sus sprinters la ocasión de pugnar por la etapa. Momento en el que sonrieron los más veloces, como Groves (Alpecin), Bittner (Picnic), Van de Berg (EF), Strong (Israel). ¡Qué equivocados estaban!

No sonaron los tambores de guerra de inicio, turbados los ciclistas por la incesante lluvia, guantes y chubasqueros por favor. Tampoco encontraron el ánimo desde las cunetas, algún paraguas suelto y poco más, el día negaba la comunión con el hincha. Y también negó la mayor a Geraint Thomas (Ineos) y Sepp Kuss, señalados como dos de los que podían luchar por la Volta, descolgado en los últimos kilómetros. Fue entonces, con 15 kilómetros por cubrir, cuando el pelotón se estiró a más no poder y hasta se desmigó, castigo del UAE —catapultado por Marc Soler— porque tiró sin mirar atrás porque quería colocar a Juan Ayuso para que también disputara el sprint. Cortes en la serpiente multicolor, agresividad entre los repechos y el barro que se deslizaba por las paredes rocosas que abrigaba a la carretera, la selección natural porque muchos ciclistas se abandonaban antes de tiempo, incapaces de seguir el ritmo frenético. No así los Alpecin, que cogieron el relevo y apretaron con denuedo. Aunque ninguno como Del Grosso, que apuró en las curvas, que se marchó por sorpresa cuando quedaban tres kilómetros.

La victoria parecía suya. La tenía en sus manos, o en sus piernas. Pero el último kilómetro, un poco cuesta arriba, se le hizo demasiado largo. En eso creía (o quería creer) Brennan, que quemaba ácido láctico, que se levantaba del sillín para imprimir unas últimas pedaladas de fuego. Su gloria parecía efímera, pues pegado a él estaba Groves (Alpecin), el mejor sprinter del pelotón. Pero no el mejor estratega, al menos en el estreno de esta Volta, toda vez que no quiso atacarle para no quitarle la miel a su compañero Del Grosso, que no se puso en serio hasta que Brennan tomó la delantera. Pero ya era demasiado tarde; a Brennan le quedaban unos pocos metros para ganar al pelotón y a la lluvia, para sacarle los colores a Alpecin.

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Sobre la firma

Jordi Quixano
Redactor de Deportes en EL PAÍS desde 2003. Licenciado en la Universidad Ramon Llull. Ha cubierto una Eurocopa, un Mundial y varias Vueltas a España, además de llevar durante años la información del Barcelona, también del Atlético y ahora de polideportivo.
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