EL MUNDO DE PAR EN PAR
Entrevista

Nate Silver, el líder de los 'superpredictores': "Trump es conocido por ser notoriamente desleal, así que su relación con Elon Musk va a estallar en cualquier momento"

Tras revolucionar el mundillo de las predicciones electorales, el estadístico se rodeó de ‘cryptobros’, jugadores de póker e inversores de riesgo para aprender a vivir en un mundo de incertidumbre total. "Apostar por el 'statu quo' es fácil, pero el mundo cambia de maneras impredecibles", dice

Nate Silver, el líder de los 'superpredictores': "Trump es conocido por ser notoriamente desleal, así que su relación con Elon Musk va a estallar en cualquier momento"
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Nate Silver (Michigan, 1978) aparece de pronto en la pantalla de Zoom y saluda con una tímida sonrisa. Gasta gorra negra y barba de tres días, y a sus espaldas sorprende una librería Billy blanca de Ikea completamente vacía. No se parece al atildado empollón que asombró al mundo en 2012 cuando su web FiveThirtyEightclavó los resultados de las elecciones presidenciales de EEUU que ganó por segunda vez Barack Obama.

Pareció entonces que la demoscopia científica había dado al fin con su sibila hasta que cuatro años después, con todos los focos puestos sobre él, Silver erró al dar como perdedor al estridente Donald Trump. Como, por cierto, erraron los demás.

Aquello le alejó de la política, volvió a jugar a su amado póker y decidió investigar una extraña tribu libertaria de adictos al riesgo a la que bautizó como El Río, opuesta a la más izquierdista y regulada Aldea. El resultado es un apasionante libro titulado Al límite, que ahora publica Debate.

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Tengo la sensación de que su primer libro, La señal y el ruido, fue el que estaba obligado a publicar después del éxito como predictor electoral, pero que este segundo es el que de verdad quería escribir, con el que mejor se lo ha pasado.
Sí, ha leído usted perfectamente mi estado mental. Mire, el primer libro describía una etapa importante de mi vida, pero era más joven entonces. No era un cínico, me llevó varios años escribirlo y requirió mucha investigación. Fue una carga, algo que realmente no estaba en sintonía con lo que me interesaba en aquel momento. En cambio, con Al límite pasé por un periodo de transición personal, ya sabe, en la mediana edad, tratando de poner orden en mis pensamientos sobre cómo había sido mi vida hasta ese momento, de dónde venía y con qué ideas políticas estaba de acuerdo o no. Describe un mundo, el del juego, al que tengo mucho cariño, aunque también lo mire con ojo crítico.
Descubrimos aquí que el 'nerd' electoral que fascinó a todo el mundo en 2010 era en realidad un salvaje jugador de póker que se pasó a la política cuando el Estado le prohibió jugar. ¿Qué disfruta en el casino que le aburre en la Casa Blanca?
El mundo está hecho para la gente capaz de asumir riesgos calculados. Y bueno, también me gusta divertirme. Nunca fui del tipo de estudiante ejemplar que siempre saca matrículas. Creo que parte de esto lo explica la genética. Si lo pienso bien, mi abuela jugaba al Gin Rummy [un juego de cartas] y un tío abuelo fue buscador de petróleo. Supongo que algunas personas simplemente vienen así configuradas, personas analíticas pero también muy competitivas. Probablemente también sean personas con algo que demostrar.
Y luego en las elecciones de 2016 llegó la decepción. Su modelo daba a Hillary Clinton un 71% de posibilidades de vencer a Donald Trump, pero fue el último quien ganó. Defiende, sin embargo, que su pronóstico fue bueno pero la gente no lo entendió.
Muchos jugadores de póker sí se mostraron encantados con mi predicción porque pudieron apostar con muy buenas cuotas a favor de Trump (ríe). Es curioso que mi modelo electoral se hiciera tan popular porque, al final, no deja de ser algo parecido a lo que harías si calcularas probabilidades para un partido de fútbol. Vivimos en un entorno de incertidumbre, y lo mejor que podemos hacer es trabajar con probabilidades. Pero de pronto todos empezaron a verme como una especie de oráculo, cuando yo solo aplicaba estadísticas y probabilidades. Fue alienante. Siempre fui bastante cuidadoso en enfatizar que la gente estaba dando demasiadas cosas por sentadas sobre Hillary Clinton. Trump ganó las primarias republicanas cuando la mayoría pensaba que era imposible. Ese mismo año ocurrió el Brexit, que muchos también daban por imposible. Apostar por el statu quo es fácil, pero el mundo cambia a veces de manera impredecible. Este caso no lo fue tanto: Clinton nunca alcanzó una ventaja cómoda en las encuestas y su estrategia fue mala. Dio por garantizada su posición y se equivocó.
Fue entonces cuando se refugió en El Río, la tribu de los adictos al riesgo, más bien republicana, enfrentada a La Aldea, más bien demócrata. ¿La segunda victoria de Trump ha sido la venganza?
Sí. Mire, durante los últimos cuatro años seguí muy de cerca Silicon Valley. Algunas personas hablaban conmigo porque pensaban: «Este tipo no es el típico periodista progre, entiende el mercado libre». Pero me sorprendió mucho descubrir cómo esta gente se había vuelto cada vez más anti-Biden, anti-Kamala, anti-demócrata, a pesar de que California es un estado azul y Silicon Valley históricamente había aportado la mayoría de sus donaciones al partido. Sentí que tenía asiento en primera fila viendo cómo Silicon Valley sufría esta profunda transformación.
Usted ha contado que en 2016 votó a los demócratas. ¿También se ha transformado?
Ahora mismo las cosas no están saliendo bien. Al margen de lo que piense sobre Elon Musk, que ha levantado empresas impresionantes, no está mostrando precisión en su estrategia. Europa lo sabe bien: allí su popularidad es bajísima y se percibe en la caída de ventas de Tesla. También hay una reacción en EEUU: la aprobación de Trump ha bajado. El rival de El Río es La Aldea: es prudente, evita riesgos y avanza despacio, pero suele ser competente. Hace su trabajo. En cambio, El Río quiere ir rápido y romper cosas, usando la famosa frase de Zuckerberg. El problema es que, efectivamente, están rompiendo cosas en el Gobierno. Y como el Gobierno es lento, lo que se rompe tarda muchísimo tiempo en repararse. Si debilitas nuestras alianzas con países de la OTAN o provocas que algunos países aliados ya no puedan confiar en ti, reparar eso podría llevar décadas o incluso siglos. No es como cambiar un CEO. Dirigir el Gobierno como si fuera una empresa privada terminará pasándole factura a El Río.

"Reparar los daños que está causando Trump podría requerir tomar décadas o incluso siglos"

Los amos de la tecnología acudieron a la segunda investidura de Trump como generales romanos derrotados. ¿Por qué en 2016 el muy woke Silicon Valley no se rindió a los republicanos y ahora lo ha hecho a toda velocidad?
Durante los cuatro años de Trump, como durante los de Biden, se produjo un claro giro cultural hacia la izquierda. Biden, además, intensificó el cambio con Lina Khan, que lideró una ofensiva antimonopolio contra las grandes tecnológicas. Desde la perspectiva de Silicon Valley, los demócratas dejaron de ser aliados naturales. Decían: «Nuestros empleados millennials y zetas son mucho más woke que nosotros. California está plagada de impuestos y regulaciones, y encima el Gobierno nos demanda». Recuerde que Obama había sido muy amigo de Silicon Valley, hasta llegar a incorporar a los primeros fundadores de Facebook a su equipo. Pero tarde o temprano, en política, pagas un precio por alienar a tus aliados.
¿Qué ocurrió?
La gente de Silicon Valley a veces es mezquina y estrecha de miras. Se sintieron ofendidos porque Biden no se inclinó lo suficiente ante ellos, como Obama. Musk se molestó por no ser invitado a las cumbres sobre vehículos eléctricos convocadas por Biden. Hay mucho ego en juego aquí. Estas personas son extremadamente competitivas e inteligentes, pero no son conscientes de sus propios límites: creen que pueden solucionar cualquier problema con chasquear los dedos. Yo soy relativamente favorable al libre mercado. En EEUU me siento de centroizquierda; en Europa me situarían en el centroderecha. Pero es imposible no darse cuenta de la concentración creciente de capital en las manos de unos pocos individuos cuya riqueza equivale al PIB de países medianos de Europa o América Latina. No veíamos algo así desde hace al menos un siglo.
¿Se mantendrá el equilibrio entre Trump y Musk o en algún momento esa relación explotará?
Lo más seguro es apostar a que esa relación va a explotar en algún momento. Elon contribuyó con 300 millones a la campaña de Trump, pero él ya no se presentará a más elecciones. Además, Trump es conocido por ser notoriamente desleal, o al menos indiferente hacia la lealtad. Y piense en esto: algunos miembros del gabinete de Trump ya están filtrando información a medios liberales, como The New York Times y dicen que les preocupa el excesivo poder de Elon. Cuando Trump se encuentre en aprietos, será probablemente la primera persona a la que sacrificará públicamente. Por otro lado, Elon también podría cansarse de Trump, ya que él mismo es bastante impredecible. Así que, si tuviera que apostar, diría sin dudarlo que esa alianza acabará rompiéndose.

La tesis de su libro afirma que la mayoría huimos del riesgo porque no lo entendemos, mientras que unos pocos, adictos a él, ganan dinero y poder en un mundo caótico hasta convertirse en una élite casi invulnerable. ¿Diría que esa élite pretende gamificar el planeta al estilo de 'Los juegos del hambre'?
Quizá no lleguemos exactamente a Los juegos del hambre, pero una de mis preocupaciones centrales es lo que llamo «capitalismo de casino hiper-mercantilizado», un mundo cada vez más parecido a un casino. Desde luego, una parte importante de esto tiene que ver con la inteligencia artificial (IA). Escuchas a gente como Sam Altman y otros líderes de la IA, personas en principio equilibradas, diciendo cosas del tipo: «Sí, la IA va a sustituir todo el trabajo intelectual y se creará una utopía en la que tendremos muchísimo poder. Pero tranquilos, todos serán felices». Me preocupa mucho.
¿Qué le preocupa exactamente?
Que no se esté pensando lo suficiente acerca de dónde proviene la dignidad humana. Me preocupa la velocidad vertiginosa de los cambios. Si dentro de cinco años todo el trabajo intelectual desaparece, eso implicaría una transformación política revolucionaria. La Revolución Industrial derivó en revoluciones políticas como la francesa o la americana. No hay una verdadera reflexión sobre cómo reaccionará la sociedad, la posibilidad de una fuerte reacción negativa. Cuando el mundo se acelera demasiado, tanto el ascenso como la caída ocurren muy rápido.
¿Qué puede ocurrir?
Cuando EEUU tenga su próxima recesión, y podría pasar pronto, muchas empresas no van a volver a contratar a los empleados despedidos. Es muy difícil despedir gente cuando tienes beneficios altos. Pero si llega una crisis, echas a parte de tu plantilla y tienes una IA capaz de hacer el trabajo de ese graduado de Stanford al que antes pagabas 200.000 dólares al año... Esto generará un gran resentimiento, sobre todo en las generaciones más jóvenes, que ya estaban frustradas por la pandemia, el coste de la universidad, la vivienda... Cuando vean que la IA comienza a afectar directamente sus oportunidades laborales, no sé qué pasará: quizá haya un giro político a la izquierda, o hacia un mayor hedonismo. Pero está claro que estas transformaciones provocarán bastante infelicidad. No tengo claro que el cambio rápido y constante sea lo que realmente deseamos los seres humanos.
Son fascinantes las ideas filosóficas que guían a El Río, como el altruismo eficaz, pero su derivada, el llamado largoplacismo, es inquietante. ¿Es realmente común en los círculos de poder tecnológico la idea de que las muertes actuales por el cambio climático son insignificantes si a cambio logramos un mundo mucho más próspero para los millones de seres humanos del futuro?
Dudo que esté muy extendida esa idea según la cual una vida dentro de 10.000 años tiene casi el mismo valor que una vida actual. Es una postura algo excéntrica. Lo que sí veo es que existe una mentalidad de Silicon Valley bastante generalizada en el ámbito de El Río según la cual la solución al cambio climático llegará por medio del progreso tecnológico. Según esta visión, el calentamiento global sería un problema «de importancia media», comparado con otros que ellos consideran existenciales como la inteligencia artificial o la guerra nuclear. Detecto ahí cierto menosprecio hacia problemas de menor escala. Por un lado, está muy bien que Silicon Valley piense en términos globales y a largo plazo, pero los problemas de escala intermedia también importan, y mucho. El calentamiento global es un desafío enorme. Por otro lado, si la IA resulta tan revolucionaria, la pérdida masiva de empleos traerá consigo todo tipo de consecuencias sociales complejas. Dicho en términos estadounidenses, tenemos que ser capaces de caminar y mascar chicle al mismo tiempo. El asunto es que con Trump ahora prácticamente todo parece urgente y de alto riesgo. Por cierto, si EEUU sigue mostrándose como un aliado poco fiable, es posible que más países opten por nuclearizarse. Parece una pésima idea.
¿Canadá, por ejemplo?
Es muy extraño que Trump elija pelearse con el país más amistoso hacia EEUU en todo el mundo. Estas tensiones tienen consecuencias a largo plazo. El orden posterior a la Guerra Fría parece estar cambiando. La capacidad de enfrentarse a múltiples problemas a la vez se ha vuelto una habilidad cada vez más necesaria, aunque al mismo tiempo resulte muy estresante. Es probable que muchos acaben desconectándose: «Esto es demasiado estrés para mí». Y se refugien en aficiones, intereses particulares, internet, las drogas u otras formas de escape. La realidad es que mantenerse al día se está volviendo cada vez más difícil.

"Los tecnomagnates son extremadamente competitivos e inteligentes. Su problema es que no son conscientes de sus propios límites"

Los fanáticos del bitcoin defienden que se trata de una herramienta económica revolucionaria pero, la verdad, leyendo su libro, el mundo de las criptomonedas sólo parece un casino enloquecido.
Muchas tecnologías, cuando surgen por primera vez, no muestran inmediatamente las implicaciones que tendrán más adelante. Cuando se inventó la imprenta, la mayor parte de lo que se publicaba eran panfletos religiosos mediocres, contenidos sensacionalistas, cosas así. Pero luego revolucionó el mundo. Dudo que las criptomonedas pertenezcan a la misma categoría. Por ahora, la mayoría de sus implicaciones giran en torno a la especulación. Sin embargo, en principio, sí que es una idea radical disponer de una forma de transacción financiera independiente de los gobiernos y del sistema financiero tradicional. Si el mundo se vuelve menos estable políticamente, podría adquirir mayor relevancia. Pero, irónicamente, me parece que algunas personas están subestimando la IA porque la asocian demasiado con el fenómeno cripto, cuando en realidad es una tecnología que aparece una vez por siglo y tendrá implicaciones mucho más profundas.
Conoció a Sam Bankman-Fried, que estuvo a punto de convertirse en un nuevo Musk y ahora está en la cárcel. ¿Cuál cree que fue su error?
Cometió varios errores importantes. Uno de ellos, irónicamente, es que resultó ser muy malo evaluando riesgos. Por ejemplo, en su juicio cualquier abogado decente le habría aconsejado no testificar porque no es una persona particularmente simpática, y eso le iba a perjudicar. Fue lo que pasó: recibió una condena de 25 años cuando podría haber negociado un cargo menor. Otro error fue no entender el concepto básico de rendimientos decrecientes. Para la mayoría, el primer millón vale muchísimo más que el siguiente, y desde luego, más que cuando ya tienes 20.000 millones. Pero él estaba dispuesto a apostarlo todo hasta el límite. Tenía un ego inmenso, no tenía personas alrededor capaces de controlarlo y se metió en una situación que lo superaba.
Juguemos a las probabilidades. ¿Qué probabilidad le da a que logremos una IA superior a la humana esta misma década?
Muy alta, alrededor del 90%; incluso tal vez un 95 o 98%. Aunque no estoy seguro de que el término Inteligencia Artificial General (AGI, por sus siglas en inglés) sea útil, en realidad. Si utilizas ChatGPT, ya hace muchas cosas sorprendentemente bien. Lo que aún no hace bien son tareas que implican el mundo tridimensional y el movimiento físico. Los vehículos autónomos han avanzado mucho, pero todavía no tenemos robots capaces de doblar ropa o preparar la cena. Gran parte de la información que manejamos los seres humanos proviene de nuestros cinco sentidos, nuestras respuestas emocionales y nuestra interacción física con el entorno. En realidad, hay dos preguntas mucho más interesantes. Primero, cómo se traducirán esos avances en IA al mundo físico real. Y segundo, la cuestión de la llamada super IA: ya tenemos ejemplos claros, como el ajedrez, donde las máquinas superan ampliamente a cualquier humano. Pero además de ser más eficientes o productivas, ¿tendrán estas máquinas un techo mucho más alto en cuanto a capacidades y creatividad? ¿Hasta dónde llegará ese límite?
¿Y qué probabilidad le da a que esa AGI aniquile a la humanidad?
Eso es lo que la gente de El Río llama a veces P-doom, o probabilidad de apocalipsis. Le doy un rango amplio, del 2% al 20%, porque depende de cómo definamos exactamente aniquilación. Una definición extrema sería que literalmente todos los humanos fueran exterminados. Pero una más suave sería que los humanos quedáramos despojados de poder, reducidos a simples piezas figurativas de un sistema. Esta última probabilidad es alta. Deberíamos tratar la IA como un potencial problema catastrófico similar al cambio climático o la guerra nuclear. En el equilibrio delicado entre ataque, defensa y poder estatal, la IA alterará significativamente el statu quo. Por ejemplo, podrían surgir estados totalitarios capaces de vigilar a sus ciudadanos con mucha mayor eficacia. Y quizás en respuesta algunos países europeos más escépticos decidan proclamarse zonas libres de IA.
¿Qué probabilidad le da a que Estados Unidos se convierta en una dictadura?
Un 5%. Cuando hay descentralización, tanto los ciudadanos como los funcionarios pueden resistirse de distintas maneras. Por eso no creo que EEUU se vaya a convertir en una dictadura con mayúscula, principalmente porque Trump no es tan popular: su aprobación está en torno al 48%. Además, el país mantiene centros de poder descentralizados, y no creo que Trump sea lo suficientemente eficaz o constante para llevar al país tan lejos aunque quisiera. Pero sí hay una erosión doble del poder ciudadano: por un lado, el sistema se vuelve menos receptivo a la retroalimentación democrática porque muchos congresistas están en distritos poco competitivos. Por otro lado, existe una expansión constante del poder ejecutivo, que no solo se dio con Trump, sino también con Bush, Obama y Biden, y también un crecimiento de burocracias no electas. Ahora, si Trump desafiara una orden del Tribunal Supremo, eso crearía una crisis constitucional muy importante, aunque no sé si implicaría inmediatamente que estamos en una dictadura. Hay grados intermedios. Además, los estadounidenses tienden a ser anti statu quo y Trump ahora representa eso: el statu quo. Antes la gente confiaba en él en términos económicos, pero eso también está cambiando. No diría que Trump es un dictador ni tampoco sea completamente autoritario. Si se muestra ineficaz, EEUU aún tiene suficientes mecanismos de resistencia.
Última predicción. Si EEUU no se convierte en una dictadura, ¿qué probabilidad le da a que Nate Silver acierte los resultados de las próximas elecciones?
(Ríe) Diría que es aproximadamente del 60%. Le confieso que cada vez que hago predicciones juro que será mi último ciclo electoral. Ahora soy independiente, tengo mi newsletter, así que probablemente lo intentaré de nuevo en 2028, que será interesante, con candidatos nuevos en ambos partidos. Yo intento mantenerme neutral. Los votantes están frustrados y van a exigir cambios, por lo menos en el Partido Demócrata. Ya veremos cómo reaccionan los republicanos después de Trump. En cualquier caso, casi cualquier elección en EEUU será ajustada. Las últimas tres lo han sido. Con suerte, tendré ese 60% de probabilidad de acertar.

Al límite

Editorial Debate. 656 páginas. 24,60 euros. Puede comprarlo aquí